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cuentos, mitos, leyendas de africa noviembre 18, 2010

Posted by carmenmvascones in Uncategorized.
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Cuentos y Leyendas

LA LIEBRE Y EL GRAN GENIO DEL BOSQUE

Un día salió la liebre para encontrarse con el Gran Genio del bosque y le dice:

– ¡Oh, Gran Genio! Usted que es quien controla a todos los habitantes del bosque, Usted que es el Señor de todos nosotros, quiero pedirle un favor.

– ¿Qué favor?

– Sólo una cosa: que usted me aumente la sabiduría de mi cerebro.

– ¿Y para qué quieres eso?

– Para que yo sea más inteligente que todos los otros animales del bosque.

El Gran Genio piensa y dice:

– Está bien, pero es necesario, que antes me muestre de qué es usted capaz de hacer. Lleve esta calabaza lejos y llénela de pájaros pequeños; tome esta otra calabaza y llénela de leche de gama; lleve lejos también este palo y traiga una serpiente tan larga como él. Cuando usted regrese con la calabaza llena de pájaros pequeños, la otra calabaza llena de leche de gama  y con una serpiente tan larga como este palo, entonces veré qué puedo hacer por usted.

La liebre marchó, y después de haber andado bastante, llegó a un estanque donde se sentó para descansar. Cuando el sol comenzaba a ponerse comenzaron a llegar toda clase de animales que se acercaban al estanque para beber. Pero los animales bebían y se marchaban, hasta que cuando el sol se ocultó se quedó é solo junto al estanque.

De repente, llegaron volando una bandada de pequeños pájaros que comenzaron a saltar, beber, cantar, jugar y revolotear.

La liebre se dice a sí misma:

– Hoy voy a ver de lo que yo soy capaz

Y, comenzo a gritar para que los pájaros le oyeran, diciendo:

– No! ¡Nada!… ¡Imposible!… ¡Esto no es verdad!… ¡Cómo puede creer uno una cosa así!… ¡No, imposible!… No son tan numerosos como para eso.

Al oirle, los pájaros, fueron acercándose, intrigados por lo que la liebre decía, y le preguntaron:

– ¡Oiga, Liebre! ¿De qué habla usted?… ¿Qué es lo que le pasa?

– ¡Oh! ¡No, nada!… realmente es una cosa imposible…

– Pero ¡explíquese! ¿De qué se trata?

– Alguien me ha dicho que tos ustedes pueden meterse dentro de esta calabaza y llenarla. Pero yo se eso es imposible. Ustedes no son suficientes como para llenarla

– Usted habla en broma, liebre, exclamaron los pájaros.

Y se reían, mientras brincando alrededor de la liebre, le decían:

– ¿Claro que podemos llenar esa calabaza entera.

La liebre, sin moverse, decía,:

– No es verdad, no, no son capaces

– Ah! ¡Espere un poco va a ver usted!

Un primer pájaro entró en la calabaza, un segundo y un tercero le siguieron, y así sucesivamente hasta que la calabaza estuvo llena.

Entonces, la liebre la cerró con una tapa y la escondió en un rincón.

En ese momento una gama llegó para beber al estanque. Y la liebre comenzó de nuevo a hablar en voz alta:

– No! ¡Nada!… ¡Imposible!… ¡Esto no es verdad!… ¡Cómo puede creer uno una cosa así!… ¡No, imposible!… No tiene tanta leche como para eso.

Al oirle, la gama, fue acercándose, intrigada por lo que la liebre decía, y le preguntó:

– ¡Oiga, Liebre! ¿De qué habla usted?… ¿Qué es lo que le pasa?

– ¡Oh! ¡No, nada!… realmente es una cosa imposible…

– Pero ¡explíquese! ¿De qué se trata?

– Alguien me ha dicho que usted podría llenar con su leche esta calabaza. Pero yo sé que es imposible: usted no tiene tanta leche como para eso.

– Usted bromea, liebre; no lo dice en serio!

Y la gama no paraba de reirse, mientras saltando alrededor de la liebre le decía:

– ¡Claro que puedo llenarla! Yo tengo leche suficiente para eso!

Pero la liebre insistía:

– ¡Imposible! ¡No puede!

– ¡Espere un poco y verá!, le contestó la gama

Y poniéndose encima de la calabaza comenzó a verter su leche dentro de ella  hasta que la llenó.

– ¡Vaya! He perdido la apuesta, dijo la liebre. Mi primo el león tenía razón, el me decía que usted da más leche que la vaca. Voy a decirselo en seguida.

– ¿El león? , exclamó, asustada la gama.

– Sí, el león… él está allí, muy cerca. ¡Espere! que voy a buscarle y vuelvo con él.

– ¡Adiós, adiós!. y la gama echó a correr templando de miedo, antes de que apareciera el temido león.

Feliz, la liebre cerró la calabaza llena de leche y contento por haberse librado tan facilmente de la gama, escondió la calabaza junto a la que estaba llena de pájaros pequeños.

Poco después, llegó una serpiente para apagar su sed.Y la liebre comenzó de nuevo a hablar en voz alta:

– No! ¡Nada!… ¡Imposible!… ¡ Esto no es verdad!… ¡ Cómo puede creer uno una cosa así!… ¡ No, imposible!… No puede ser tan larga como este palo.

Al oirle, la serpiente, fue acercándose, intrigada por lo que la liebre decía, y le preguntó:

– ¡Oiga, Liebre! ¿De qué habla usted?… ¿Qué es lo que le pasa?

– ¡ Oh! ¡ No, nada!… realmente es una cosa imposible…

– Pero ¡explíquese! ¿De qué se trata?

– Alguien me dijo que usted era tan larga como este palo. ¡Pero yo sé que no es tan larga!

– Usted habla en broma, liebre, exclamó la serpiente.

Y la liebre seguía insistiendo:

– No, de verdad, usted no es tan larga!

– ¿Cree usted eso? Pues ahora verá. Y la serpiente se puso toda estirada junto al palo.

Entonces, la liebre dió un salto, ató la serpiente al palo, un lazo a la cabeza y otro en la cola y la serpiente quedó inmovilizada atada al palo.

Entonces la liebre tomó la calabaza con los pájaros, la otra calabaza con la leche de gama y el palo con la serpiente y fue a encontrarse con el Gran Genio del bosque.

– ¡Oiga! Gran Genio!, le llamó.

– Aquí estoy, liebre. Le estaba esperando.

– Aquí traigo lo que me pidió: la calabaza con los pájaros, la otra calabaza con la leche de gama y el palo con la serpiente .

El Gran Genio, sorprendido, miró a la liebre y le dijo:

– En verdad, si yo aumentara su inteligencia, yo haría una gran tontería.

– ¿Y por qué?, preguntó la liebre.

– Usted ya es demasiado inteligente. Si aún lo fuera más, usted acabaría por convertirse en mi dueño y señor.

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ZIMBA Y FLORA

Había una vez hace mucho tiempo, en un bonito pueblo de nombre Zékièzou situado al oeste de BENIN, en país Yorouba, una muchacha llamada ZIMBA que tenía una hermana llamada FLORA. Zimba era una muchacha que no respetaba a nadie.

En este pueblo, todos los hombres y mujeres trabajaban, excepto ZIMBA que se pasaba el día jugando en el bosque y no volvía a casa hasta el anochecer. Después de cenar, sin hacer caso a lamadre, cogía jabón y una esponja y se iba , ya de noche, a lavarse al río. La madre siempre le decía que no había que ir de noche a bañarse pero ella no hacía caso.

Un día, Zimba llegó a casa cuando ya oscurecía y vió que su hermana volvía de lavarse en el río, y le dijo:

– Flora, tú ya te has lavado. ¿Puedes, por favor, acompañarme al río para lavarme?

Flora, a pesar del miedo que le daba la oscuridad de la noche, le dijo que le acompañaba. Flora se fue a la casa a coger el jabón, mientras Zimba llegaba al río. Pensando que su hermana estaba con ella le dijo:

– Flora, por favor, frótame la espalda. Y le dió la esponja. Entonces, por detrás, alguien tomó la esponja y comenzó a frotarle, pero cuando de repente, ella se dió la vuelta para cogerla de nuevo, se llevó una gran sorpresa al ver que detrás de ella no esta su hermana sino un diablo, tan negro como la noche, que sonreía con desprecio y al que sólo sus ojos rojos le hacían visible.

Aterrada, Zimba comenzó a correr sin saber ni por donde iba. Corría entre los árboles, golpeándose con ellos, calléndose y golpeándose con las piedras, lenvantándose de nuevo y rompiendo rammas mientras corría, incándose rammas en los ojos, hasta que agotada calló al suelo sin sentido.

Después de permanecer inconsciente durante cinco días y cinco noches, Zimba abrió los ojos, perro … sus ojos estaban vacios.

Zimba se quedó ciega para siempre.

Desde aquel día, los habitantes del País Yorouba saben que es muy peligroso ir una persona sola a lavarse por la noche, porque la noche pertenece a los diablos y demonios

 

……………

KITETE, EL HIJO DE SHINDO

Había una vez, una mujer chagga, llamada Shindo que vivía en un pueblo al pie de una montaña cubierta de nieve. Su marido había muerto sin dejarle ningún hijo y ella estaba muy sola. Siempre estaba cansada, porque no tenía a nadie que le ayudara en los trabajos de la casa.

Todos los días, limpiaba la casa y barría el patio, cuidaba de las gallinas, lavaba la ropa en el río, traía agua, cortaba la leña y cocinaba sus solitarias comidas.

Al final de cada día, Shindo miraba la cumbre nevada del monte y oraba:

«¡Gran Espíritu del Monte!» . «Mi trabajo es demasiado duro. ¡Énvíeme ayuda!»

Un día, Shindo estaba limpiando el huerto de malas hierbas para que crecieran bien las verduras, plátanos y calabazas que cultivaba. De repente, un noble jefe apareció junto a ella.

«Soy un mensajero del Gran Espíritu del Monte,» le dijo a la sorprendida mujer, y le dio unas pocas semillas de calabaza. «Siémbralas con cuidado. Ellas son la respuesta a tus oraciones.»

Entonces el jefe desapareció.

Shindo se preguntaba, «¿Qué ayuda podré recibir de un manojo de semillas de calabaza?» Pero las sembró y cuidó lo mejor que pudo.

Estaba asombrada de lo rápidamente que crecían. Una semana más tarde, las calabazas ya habían madurado.

Shindo llevó a casa las calabazas, y tras quitarles la pulpa, dejándolas huecas las colgó de una de las vigas de la casa para que se fueran secando. Cuando se secaran se endurecerían y podría venderlas en el mercado para ser usadas como cuencos y jarras.

Como ceneitaba una de las calabazas para su propio uso, tomó una pequeña y la puso junto al fuego para que se secara más rápidamente.

A la mañana siguiente, Shindo se marchó para trabajar la tierra. Pero mientras ella estaba fuera de casa, las calabazas empezaron a cambiar. Les crecieron cabezas, brazos y piernas. En poco tiempo, no eran en absoluto calabazas. ¡Eran niños!

Unu de estos niños estaba junto al fuego, donde Shindo había colocado la calabaza pequeña. Los otros niños le llamaron desde la viga.


«¡Ki-te-te, ayúdanos!
Trabajaremos para nuestra madre.
Venga ayúdanos, Ki-te-te,
¡Nuestro hermano favorito!»


Kitete ayudó a bajar a sus hermanos y hermanas de las vigas. Entonces los niños salieron de la casa y empezaron a cantar y jugar en el patio.

Todos menos Kitete, que al haber estado junto al fuego, se convirtió en un niño débil y enfermizo. Mientras sus hermanos y hermanas cantaban y jugaban, Kitete les miraba sonriente, sentado en la puerta de la casa.

Después de un rato, los niños empezaron a hacer los trabajos de la casa. Limpiaron la casa, barrieron el patio, alimentaron a las gallinas, lavaron la ropa, trajeron agua, cortaron la leña y prepararon la comida para cuando Shindo volviera.

Cuando el trabajo estuvo hecho, Kitete ayudó a los otros a subir a la viga y poco después, de nuevo se convirtieron en calabazas.

Por la tarde, cuando Shindo volvió a casa, las otras mujeres del pueblo le preguntaban :

«¿Quiénes eran esos niños que estaban hoy en el patio de tu casa?» . «¿De dónde han venido? ¿Por qué estaban haciendo los trabajos de la casa?»

«¿Qué niños? ¿Os quereis reir de mi?» les decía Shindo, enfadada.

Pero cuando llegó a su casa, se quedó pasmada. ¡El trabajo estaba hecho, e incluso su comida estaba preparada! No podía imaginarse quién le había ayudado.

Al día siguiente, sucedió lo mismo. En cuanto Shindo se hubo marchado, las calabazas se convirtieron en niños, y los que colgaban de la viga gritaban,


«¡Ki-te-te, ayúdanos!
Trabajaremos para nuestra madre.
Venga ayúdanos, Ki-te-te,
¡Nuestro hermano favorito!»


Entonces, después de jugar un rato, hicieron todos los deberes de la casa, subieron a la viga, y se convirtieron en calabazas de nuevo.

Una vez más, Shindo se quedó asombrada al ver todo el trabajo hecho. Entonces, decidió encontrar la explicación y conocer a quienes le estaban ayudando.

A la mañana siguiente, Shindo hizo como que se marchaba, pero en vez de ir a trabajar en el campo, se quedó escondida junto a la puerta de la casa, observando lo que sucedía. Y vio a las calabazas convertirse en niños, y les oyó como gritaban,


«¡Ki-te-te, ayúdanos!
Trabajaremos para nuestra madre.
Venga ayúdanos, Ki-te-te,
¡Nuestro hermano favorito!»


Cuando los niños salieron de la casa, por poco se encuentran con Shindo, pero ellos siguieron jugando, y seguido comenzaron a hacer los trabajos caseros. Cuando acabaron, empezaron a subir a la viga.

«¡No, no!» decía Shindo llorando. «¡No se transformen en calabazas! Sereis los hijos que yo nunca tuve, y os amaré y os querré.»

Y desde entonces los niños se quedaron con Shindo, como sus hijos. Ya nunca más estaba sola. Y los niños eran tan trabajadores, que pronto mejoró la economía de la casa, con muchos campos de verduras y plátanos, y rebaños de ovejas y cabras.

Todos eran muy útiles …. menos Kitete que se quedaba junto al fuego con su sonrisa tonta.

La mayor parte del tiempo, a Shindo no le importaba. De hecho, Kitete realmente era su favorito, porque era como un tierno bebé. Pero a veces, cuando ella estaba cansada o triste por alguna razón, lo pagaba con él.

«¡Eres un niño inútil!» le decía. «¿Por qué no puedes ser más inteligente, como tus hermanos y hermanas, y trabajar tan duro como ellos?»

Kitete sólo sonreía.

Un día, Shindo estaba fuera en el patio, cotando verduras para la comida. Cuando llevaba la olla a la cocina, tropezó con Kitete, se cayó, y la olla de arcilla se hizo añicos. Las verduras y el agua quedaron esparcidos por todas partes.

«¡Muchacho tonto!» gritó Shindo . «¿No te tengo dicho que no te pongas delante de mi camino? ¿Pero qué se puede esperar de tí? No eres un niño de verdad. ¡Solo eres una calabaza!»

Y en ese mismo instante, ella dio un grito al ver que ya no estaba Kitete, y que en su lugar sólo había una calabaza.

«¿Qué he hecho yo?» lloraba Shindo, cuando los niños volvieron a casa. «¡Yo no quise decir lo que dije! Tu no eres una calabaza, tu eres mi propio hijo querido. ¡Oh, hijos mios, por favor haced algo!»

Los niños se miraron entre ellos, y corriendo, comenzaron a subir a la viga. Cuando el último niño, ayudado por Shindo, hubo subido, comenzaron a gritar una última vez,


«¡Ki-te-te, ayúdanos!
Trabajaremos para nuestra madre.
Venga ayúdanos, Ki-te-te,
¡Nuestro hermano favorito!»


Pasó un largo rato sin que nada sucediera. Pero de pronto, la calabaza empezó a cambiar. Creció una cabeza, luego unos brazos, y finalmente unas piernas. Por fin, no era en absoluto una calabaza. Era–

¡Kitete!

Shindo aprendió la lección. A partir de entonces, tuvo mucho cuidado y amor para sus hijos.

Y ellos le dieron su consuelo y felicidad, durante el resto de sus días.

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PORQUÉ LA GARZA TIENE EL CUELLO TORCIDO

Un día que el chacal estaba cazando vió una paloma que volaba sobre él. El chacal, gritándole le dijo : «Oye, paloma, tengo hambre. Tírame a una de tus crias».

‘No quiero que te comas a una de mis crias’, dijo la paloma.

‘Entonces volaré hasta donde tí, y te comeré a tí también’, contestó el chacal. Asustada la paloma, dejó caer a una de sus crias, y el chacal se escapó con ella entre sus tientes. Al día siguiente, el chacal amenazó a la paloma con el mismo destino, y otro bebé pájaro bajó a su garganta.

La mamá paloma lloraba sin consuelo hasta que pasó una garza y al verle llorando le preguntó :

‘¿Por qué lloras? ‘.

‘Lloro por mis pobres bebés’, contestó la paloma. ‘Si yo no se los doy al chacal, él volará hasta aquí y me devorará también. ‘

‘Eres un pájaro tonto, ‘ replicó la garza. ‘¿Cómo puede volar hasta aquí si no tiene alas? No debes hacer caso de sus tontas amenazas. ‘

Al día siguiente, cuando volvió el chacal, la paloma se negó a darle otra de sus crias. ‘La garza me ha dicho que usted no puede volar, ‘ le dijo.

‘Que la garza tan entrometida, ‘ murmuró el chacal, ‘ya verá como me las paga por tener la lengua tan larga. ‘

Cuando el chacal encontró a la garza que buscaba ranas en un estanque, el chacal le dijo:

‘Con ese cuello tan lago que tienes, ¿que haces para evitar que se te rompa por la mitad cuando sopla el vient? ‘

‘Lo bajo un poco, ‘ dijo la garza, a la vez que bajaba un poco su cuello.

‘Y ¿cuándo el viento sopla más fuerte? ‘

‘Entonces lo bajo un poco más. ‘ dijo la garza, bajando un poco más su cuello.

‘Y ¿cuándo hay un gran vendaval? ‘

‘Entonces lo bajo aún más, ‘ dijo la el pájaro tonto bajando la cabeza hasta el borde del agu

Entonces, el chacal saltó sobre su cuello y sonó un crujido al rompérselo por la mitad. Y desde ese día, la garza tiene su cuello torcido

 

 

 

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PORQUÉ EL COCODRILO TIENE LA PIEL ASPERA Y RUGOSA

En algunas aldeas de Namibia cuentan que hace mucho, mucho tiempo, el cocodrilo tenía la piel lisa y dorada como si fuera de oro. Dicen que pasaba todo el día debajo del agua, en las aguas embarradas y que sólo salía de ellas durante la noche, y que la luna se reflejaba en su brillante y lisa piel. Todos los otros animales iban a esas horas a beber agua y se quedaban admirados contemplando la hermosa piel dorada del cocodrilo.

El cocodrilo, orgulloso de la admiración que causaba su piel, empezó a salir del agua durante el día para presumir de su piel. Entonces, los demás animales, no sólo iban por la noche a beber agua por la noche sino que se acercaban tambien cuando brillaba el sol para contemplar la piel dorada del cocodrilo.

Pero sucedió, que el sol brillante, poco a poco fue secando la piel del cocodrilo, cubierta de una capa de reluciente barro, y cada día se iba poniendo más fea. Al ver este cambio en su piel, los otros animales iban perdiendo su admiración. Cada día, el cocodrilo tenía su piel más cuateada hasta que se le quedo como ahora la tiene, cubierta de grandes y duras escamas parduzcas. Finalmente, ante esta transformación, los otros animales no volvieron a beber durante el día y contemplar la antigua hermosa piel dorada del cocodrilo.

El cocodrilo, antes tan orgulloso de su piel dorada, nunca se recuperó de la vergüenza y humillación y desde entonces, cuando otros se le acercan se sumerge rápidamente en el agua, con sólo sus ojos y orificios nasales sobre la superficie del agua.

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EL ESPIRITU DEL ARBOL

Había una vez, una muchacha cuya madre había muerto y que tenía una madrastra que era muy cruel con ella. Un día en que la muchacha estaba llorando junto a la tumba de su madre, vio que la tierra de la tumba salía un tallo que había crecido hasta hacerse un arbolillo y pronto un gran árbol. El viento, que movía sus hojas, le susurró a la muchacha y le dijo que su madre estaba cerca y que ella debía comer las frutas del árbol. La muchacha así lo hizo y comprobó que las frutas eran muy sabrosas y le hacían sentirse mucho mejor.  A partir de entonces, todos los días iba a la tumba de su madre y comía de los frutos del arbol que había crecido sobre ella.

Pero un día, su madrasta le vió y le pidió a su marido que talara el árbol. El marido lo taló y la muchacha lloró durante mucho tiempo junto a su tronco mutilado, hasta que un día, oyó un cuchicheo y vió que algo crecía de la tumba. Creció y creció hasta convertirse en una hermosa calabaza. Había un agujero en ella del de caían gotas de un jugo. La muchacha lamió unas gotas y las encontró muy ricas, pero de nuevo su madrastra se enteró pronto y, una noche oscura, cortó la calabaza y la arrojó lejos. Al día siguiente, la muchacha vió que no estaba la calabaza y lloró y lloró hasta que de pronto, oyó el rumor de un riachuelo que le decía «Bébeme, bébeme». Ella bebió y comprobó que era muy refrescante. Pero un día, la madrasta lo vió y pidió al marido que cubriera el arroyo con tierra. Cuando la muchacha regresó a la tumba, vió que ya no estaba el el riachuelo y ella lloró y lloró.

Llevaba mucho tiempo llorando, cuando un hombre joven salió del bosque. Él vio el árbol muerto y pensó que era justo lo que él necesitaba para fabricar un nuevo arco y flechas, ya que él era un cazador. Habló con la muchacha quien le dijo que el árbol había crecido en la tumba de su madre. La muchacha le gustó mucho al cazador y tras hablar con ella fue donde su padre para pedirle permiso para casarse con ella.

El padre consintió a condición de que el cazador matara una docena de búfalos para la fiesta de la boda. El cazador nunca había matado más de un búfalo de una sola vez. Pero esta vez, tomando su nuevo arco y flechas, se dirigió al bosque, y pronto vió una manada de búfalos que descansan en la sombra. Poniendo una de sus nuevas flechas en el arco, disparó y un búfalo cayó muerto. Y luego, un segundo, un tercero, y así hasta doce. El cazador regresó a decirle al padre que mandara hombres para llevar la carne a la aldea. Se hizo una gran fiesta cuando el cazador se casó con la muchacha que había perdido a su madre.

…………………..

 

LA MADRE LOCA

Hace mucho, mucho tiempo, vivían en una aldea dos mujeres jóvenes que no habían tenido la suerte de tener ni hijos, ni hijas. Había un dicho según el cual «una mujer sin hijos era una fuente de desgracias para la aldea».

Un día, una señora vieja golpeó a su puerta para pedir comida. Las mujeres jóvenes la recibieron con mucha amabilidad y le dieron de comer y ropa para vestirse. Después de comer y extrañada por el silencio y la ausencia de voces infantiles, la anciana les pregunto:

– ¿Dónde están vuestros hijos?

– Nosotras no tenemos hijos, n hijas y por eso, para no causar desgracias a la aldea nos pasamos el día fuera del pueblo.

Entonces, les dice la señora:

– Yo tengo una medicina para tener hijos, pero después de haber dado a luz, la madre se vuelve loca.

Una de la mujeres le contestó que aunque enfermase ella sería feliz por haber dejado un niño o una niña en la tierra. En cambio, la segunda le dijo que no quería enloquecer por un hijo.

La señora vieja dio la medicina solo a la que se lo pidió.

Después, algunos años más tarde la señora vieja regresó al pueblo y se encontró a las dos mujeres jóvenes. La que no había tomado su medicina le dijo: «Tu nos dijiste que quien tomara la medicina se volvería loca, pero mi hermana la tomó, tuvo una hija y no enfermó»

Y la anciana le respondió: «Volverse loca no quiere decir que se convertiría en una persona que anduviera rasgándose las ropas o que pasara todo el día mirando a las nuves como si paseara por el aire ; lo que yo quise decir es que una mujer que da a luz un niño o una niña estará obligada a gritar todo el tiempo, para a continuación no parar de reir, llorará por la criatura, le pegará, le amará… Éso es él ser madre y volverse loca.

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ANTAÑAVO, EL LAGO SAGRADO DE LOS ANTANKARANA

En el País Antankarana, en el norte de Madagascar, se encuentra el lago Antañavo. Cuenta el Pueblo Antankarana que hace mucho tiempo, donde hoy está el lago existía un gran poblado que contaba con su rey, príncipes y princesas, con grandes manadas de vacas y campos de yuca, patatas y arroz.

En este pueblo, mezclados entre la población, vivían un hombre y una mujer a quienes sus vecinos no conocían. Se habían casado y tenían un niño de unos seis meses de edad.

Una noche, el niño empezó a llorar, sin que la madre supiera qué hacer para calmarlo. A pesar de las caricias de la madre, de mecerle en sus brazos, de intentar darle de mamar, el niño no cesaba de llorar y gritar.

Entonces, la madre cogió al bebé en brazos y fue a pasear con él a las afueras del pueblo, sentándose bajo el gran tamarindo donde las mujeres solían juntarse por la mañana y por la tarde para moler arroz, por lo que le llamaban ambodilôna. La madre pensaba que la brisa y el frescor de la noche calmarían al niño. En cuanto ella se sentó, el niño se calló y se quedó dormido. Entonces, suavemente volvió para casa, pero nada más cruzar la puerta, el niño se despertó y comenzó de nuevo a llorar y gritar.

La madre salió de nuevo y volvió a sentarse en un mortero a arroz y, como por encantamiento, el niño dejó de llorar y volvió a dormirse. La madre, que quería volver junto a su marido, se levantó y se dirigió hacia casa. Nuevamente, en cuanto la mujer cruzó el umbral de la puerta el niño se despertó y comenzó a llorar violentamente. Por tres veces hizo la madre lo mismo, y tres veces el niño, se dormía en cuanto ella se sentaba en el mortero de arroz, y se despertaba cuando ella intentaba entrar en casa. L cuarta vez, decidió pasarse la noche bajo el tamarindo.

Apenas había tomado esta decisión, cuando de repente todo el pueblo se hundió en la tierra desapareciendo con un gran estruendo. Donde hasta entonces había estadio el pueblo no quedaba sino un enorme agujero que de pronto comenzó a llenarse de agua hasta que ésta llegó al pie del tamarindo donde la mujer asustada sostenía a su hijo, apretándole entre sus brazos.

En cuanto se hizo de día, la mujer fue corriendo hasta el pueblo más cercano para contarles lo que había sucedido ante sus ojos y cómo habían desaparecido todos los vecinos.

Desde entonces, el lago adquirió un carácter sagrado. En él viven muchos cocodrilos en quienes los antankarana y los sakalava creen que se refugiaron las almas de los antiguos habitantes de la aldea desaparecida bajo las aguas. Por esta razón, no sólo no se les mata sino que se les da comida en ciertas fechas.

Tanto el lago Antañavo, los cocodrilos que en él habitan como el gran tamarindo ambodilôna son venerados y se acude a ellos para pedir ayuda.

Así, cuando una pareja no acaba de tener hijos, acude al lago e invoca a las almas de los habitantes desaparecidos pidiéndoles que se le conceda una numerosa descendencia, prometiendo, a cambio, volver para ofrecerles el sacrificio de animales para su alimento. Cuando la petición tiene éxito, la pareja regresa al lago para complir lo prometido. Los animales sacrificados se matan muy cerca del agua, parte se echa en el agua y parte de su carne se reparte por las cercanías del lago para provocar que los cocodrilos se alejen lo más posible del agua porque piensan que cuanto más se alejen mayor será la ayuda que proporcionarán.

Cuando un antakarana cae enfermo, se le lleva muy cerca del lago, se le lava con sus aguas y dicen que se cura.

Está prohibido bañarse en sus aguas e incluso hasta meter en ellas las manos o los pies. Cuando uno quiere beber o tomar agua del lago, debe hacerlo con la ayuda de un recipiente dispuesto al final de una bara larga y sólo puede beberla a algunos pasos de la orilla.

También está prohibido escupir en el lago o cerca de él, así como hacer sus necesidades en los alrededores. Se cree que quien violara estas prohibiciones sería devorado, pronto o tarde, por los cocodrilos.

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Leyenda chaga del «Arbol de la Historia»

Una historia Chaga cuenta que una muchacha un día salió con sus amigos a recoger hierba. Vió un lugar donde crecía de manera muy abundante, pero cuando puso su pie allí se hundió en seguida en el barro. Sus amigos intentaron sujetarle con sus manos pero ella continuaba hundiéndose más profundamente en el barro hasta que desapareció completamente. Sus amigas fueron a decírselo a los padres y estos pidieron ayuda a los vecinos y todos fueron al cenagal. Aquí un adivino aconsejó que se sacrificaran una vaca y una oveja. Cuando esto hicieron comenzaron a oir la voz de la muchacha, pero pasado un tiempo la voz fue oyéndose más lejana hasta que acabó por quedar callada. Más tarde, en el lugar en el que la muchacha se hundió comenzó a crecer un árbol que poco a poco llegó a tocar el cielo. El árbol servía de cobijo a los jóvenes que cuidaban el ganado cerca de él y cuando el sol calentaban se resguardaban bajo sus ramas . Un día dos muchachos subieron al árbol y llamaron a sus compañeros dicíéndoles que estaban en un mundo anterior. Nunca más volvieron. Desde entonces, el árbol es conocido como el Arbol de la Historia.


EL PAQUETE DE AGUA

En un pueblo, vivía un anciano llamado Mancodji con su hija llamada Inguéré. Cuando Inguéré tuvo edad para casarse, que era la más hermosa del pueblo, muchos jóvenes y hombres mayores ricos se acercaban hasta la casa del viejo Mancodji para pedir la mano de su hija. Pero el padre era desconfiado y no quería que su querida hija se casara con cualquiera.

Entonces, para poner a prueba a los aspirantes, les dijo que Inguéré se casaría con aquel que fuera capaz de traer un paquete hecho con agua. Entonces, todos decían:

–  ¿Quién ha visto nunca un paquete hecho con agua?. El viejo Mancodji pide algo imposible. Está claro que este hombre no quiere que su hija se case.

Ante esta dificultad, los pretendientes fueron poco a poco disminuyendo. Pero la noticia corrió a los pueblos vecinos y un día se presentó un joven , llamado Tamari, que venía de otra aldea, y le pidió a Inguéré que se casara con él.. Pero Mancodji le dijo:

– Usted ¿sabe que mi hija sólo se casará con quien traiga un paquete de agua?

Pero Tamari, que era muy inteligente le contestó:

– Sí,  señor. Y tengo tanto respeto hacia usted que para asegurarme de que nadie le robe el paquete de agua quiero pedirle una cuerda. Así que déme una cuerda hecha con el humo que sale de su pipa y yo lo ataré alrededor del paquete de agua que tengo en mi bolsillo.»

El viejo Mancodji, comenzó a reir y felicitándole por su ingeniosa respuesta le deseó que fuera feliz con su hija. Y Tamari e Inguéré se casaron y vivieron felices

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Berimbau

Dice la leyenda, que una joven salió a pasear , y al atravesar el curso de un río , se agachó para beber agua con las manos. En el momento en que saciaba su sed, un hombre le dió un gran golpe en la nuca y la mató. Al morir, su cuerpo se convirtió en la madera del berimbau, sus brazos y piernas en la cuerda; su cabeza en la caja de resonancia y su espíritu en la música sentimental que se canta con este instrumento.El Berimbau es un nstrumento de percusión (cuerda percurtida) de la família de los cordofones y de origen africano. Llevado a Brasil por los esclavos africanos, se popularizó a través de manifestaciones como la samba , el candomblé , la capoeira entre outras.

Otra forma, más simple de Berimbau, es el llamado berimbau de boca, que consiste en un arco que utiliza la boca como caja de resonancia, bien sujetando la madera entre los dientes con la cuerda fuera de la boca, bien dejando la cuerda vibrar en la cavidad bural, con la madera fuera.

Recibe muy diversos nombres, como son Uricungo, Arco Musical, Bucumbunga, Gunga e etc…

El Berimbau, se toca percutiendo una vaqueta (varilla de madera) sobre la cuerda o alambre (a menudo, hecho con el alambre de las ruedas de coches) com una pequeña cesta de mimbre que contiene semillas dentro. Sujetado entre los dedos y la palma de la mano, manteniendo una moneda junto a la cuerda, produce un sonido peculiar y característico de este instrumento.


 

ANTAÑAVO, EL LAGO SAGRADO DE LOS ANTANKARANA

En el País Antankarana, en el norte de Madagascar, se encuentra el lago Antañavo. Cuenta el Pueblo Antankarana que hace mucho tiempo, donde hoy está el lago existía un gran poblado que contaba con su rey, príncipes y princesas, con grandes manadas de vacas y campos de yuca, patatas y arroz.

En este pueblo, mezclados entre la población, vivían un hombre y una mujer a quienes sus vecinos no conocían. Se habían casado y tenían un niño de unos seis meses de edad.

Una noche, el niño empezó a llorar, sin que la madre supiera qué hacer para calmarlo. A pesar de las caricias de la madre, de mecerle en sus brazos, de intentar darle de mamar, el niño no cesaba de llorar y gritar.

Entonces, la madre cogió al bebé en brazos y fue a pasear con él a las afueras del pueblo, sentándose bajo el gran tamarindo donde las mujeres solían juntarse por la mañana y por la tarde para moler arroz, por lo que le llamaban ambodilôna. La madre pensaba que la brisa y el frescor de la noche calmarían al niño. En cuanto ella se sentó, el niño se calló y se quedó dormido. Entonces, suavemente volvió para casa, pero nada más cruzar la puerta, el niño se despertó y comenzó de nuevo a llorar y gritar.

La madre salió de nuevo y volvió a sentarse en un mortero a arroz y, como por encantamiento, el niño dejó de llorar y volvió a dormirse. La madre, que quería volver junto a su marido, se levantó y se dirigió hacia casa. Nuevamente, en cuanto la mujer cruzó el umbral de la puerta el niño se despertó y comenzó a llorar violentamente. Por tres veces hizo la madre lo mismo, y tres veces el niño, se dormía en cuanto ella se sentaba en el mortero de arroz, y se despertaba cuando ella intentaba entrar en casa. L cuarta vez, decidió pasarse la noche bajo el tamarindo.

Apenas había tomado esta decisión, cuando de repente todo el pueblo se hundió en la tierra desapareciendo con un gran estruendo. Donde hasta entonces había estadio el pueblo no quedaba sino un enorme agujero que de pronto comenzó a llenarse de agua hasta que ésta llegó al pie del tamarindo donde la mujer asustada sostenía a su hijo, apretándole entre sus brazos.

En cuanto se hizo de día, la mujer fue corriendo hasta el pueblo más cercano para contarles lo que había sucedido ante sus ojos y cómo habían desaparecido todos los vecinos.

Desde entonces, el lago adquirió un carácter sagrado. En él viven muchos cocodrilos en quienes los antankarana y los sakalava creen que se refugiaron las almas de los antiguos habitantes de la aldea desaparecida bajo las aguas. Por esta razón, no sólo no se les mata sino que se les da comida en ciertas fechas.

Tanto el lago Antañavo, los cocodrilos que en él habitan como el gran tamarindo ambodilôna son venerados y se acude a ellos para pedir ayuda.

Así, cuando una pareja no acaba de tener hijos, acude al lago e invoca a las almas de los habitantes desaparecidos pidiéndoles que se le conceda una numerosa descendencia, prometiendo, a cambio, volver para ofrecerles el sacrificio de animales para su alimento. Cuando la petición tiene éxito, la pareja regresa al lago para complir lo prometido. Los animales sacrificados se matan muy cerca del agua, parte se echa en el agua y parte de su carne se reparte por las cercanías del lago para provocar que los cocodrilos se alejen lo más posible del agua porque piensan que cuanto más se alejen mayor será la ayuda que proporcionarán.

Cuando un antakarana cae enfermo, se le lleva muy cerca del lago, se le lava con sus aguas y dicen que se cura.

Está prohibido bañarse en sus aguas e incluso hasta meter en ellas las manos o los pies. Cuando uno quiere beber o tomar agua del lago, debe hacerlo con la ayuda de un recipiente dispuesto al final de una bara larga y sólo puede beberla a algunos pasos de la orilla.

También está prohibido escupir en el lago o cerca de él, así como hacer sus necesidades en los alrededores. Se cree que quien violara estas prohibiciones sería devorado, pronto o tarde, por los cocodrilos.

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