Martes 22 de febrero del 2011 Arte y cultura. DIARIO EL UNIVERSO Hace una década falleció la poetisa Ileana Espinel febrero 22, 2011
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Martes 22 de febrero del 2011 Arte y cultura. DIARIO EL UNIVERSO
Hace una década falleció la poetisa Ileana Espinel
La fallecida escritora ecuatoriana Ileana Espinel Cedeño también se destacó en el ámbito periodístico.
Los que conocieron a Ileana Espinel Cedeño, quien murió hace una década –el 21 de febrero del 2001–, la describieron como una mujer soñadora, existencialista, valiosa, fuerte y con una ironía inteligente en sus composiciones líricas.
Ella, Ileana, “de la mano de la poesía se convirtió en una de las principales figuras literarias de nuestro país, en el que conquistó espacios culturales y de opinión en una época muy dura para su género”, coincidió en reiteradas ocasiones gente vinculada con la literatura.
A los 23 años se la nombró miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, cuando solo eran parte de ella hombres con canas y trayectoria literaria. Colaboradora de diarios y revistas a nivel nacional e internacional, su periodismo cultural se caracterizó por ser idóneo, suscitador y destinado a la integración de la cultura universal.
Fue redactora de este rotativo y de diarios como El Telégrafo y La Nación, así como las revistas Nivel y Poesía, de México y Venezuela, respectivamente, en los cuales durante su gestión buscó ampliar los espacios para la difusión cultural y apoyo para los artistas ecuatorianos.
Su extensa bibliografía incluyó Piezas líricas, La estatua luminosa, Poemas escogidos, Triángulo, Arpa salobre, Antología ecuatoriana, Generación huracanada, Diríase que canto, Tan solo 13, Poemas de Ileana Espinel Cedeño y Solo la isla. Sus poemas fueron traducidos al inglés por Helen Wolh Paterson, al portugués por Ilka Sanches, al francés por Henri de Lescoet y Marcel Hennard, al italiano por Gino Rovida y Vicenso Josía y al griego por Olga Papastamou.
También integró la generación que incluye a valores como Fernando Cazón Vera, David Ledesma, Alfonso Barrera, Francisco Pérez Febres-Cordero e Ignacio Carvallo.
Su nombre y obra constan en importantes antologías realizadas en el país y el exterior; ofreció recitales en diferentes ciudades de América y, asimismo, conferencias magistrales en torno a temas de la literatura universal.
Fundadora (en 1954) del Club 7, una agrupación de siete jóvenes poetas, fue además concejala principal del cantón Guayaquil (1967-1970), miembro de la Casa de la Cultura del Guayas, Ateneo Ecuatoriano de Quito, Círculo de Periodistas del Guayas, entre otras instituciones.
Recibió la condecoración Al Mérito Cultural de Primera Clase por parte del Ministerio de Educación y Al Mérito Literario del Municipio porteño.
Nació el 31 de octubre de 1931 en el hogar formado por Jorge Espinel Barreiro y Bertha Cedeño de Espinel, fallecidos. Fueron sus hermanos Raquel (+) y Gonzalo Espinel Cedeño, y sus primos los Hidalgo Andrade, Mármol Espinel, Cedeño Cedeño, Cedeño Espinoza y Del Pozo Serrano.
Sonia Manzano, otra poetisa, la define precisamente como una mujer con una ironía inteligente a la hora de componer, y como una “existencialista cerebral” preocupada por una incesante difusión de la cultura.
POESÍA DE ILEANA ESPINEL
ILEANA ESPINEL
(Guayaquil, 1933)
BALANCE MORTAL
Alma y carne gimiendo
un féretro esperando
a veces sin almuerzo otras veces sin cena
para honor de la glándula que engorda mi osamenta
tres litros diarios de agua de boldo para el mal
que detiene mis pasos
que siembra mi antológica mi suave piel nevada
de verdes rosas lívidas
la nostalgia, la tonta azul negra divina
dejando con orgullo sus bellas posaderas
sobre un tatarabuelo canapé de tres patas
los diez años que hielan los huesos de mi padre
fugándose en un tiempo de atrofiados murciélagos
la dulce y pura santa que me parió temblando
abrazada a su Cristo diminuto de palo
esta grave y sardónica y despiadada ráfaga
que se hunde aquí que a veces
piruetea y sonríe
desdeñando su vuelo de grises aves muertas
las voces incoloras de la calle sonando
el espejo del mar reflejando la angustia
exhausta
sin remedios sin médicos sin dioses
mil siglos bostezando
y en un cajón de cartas insípidas o líricas
un rizo de Oscar Wilde peinándose mi olvido.
El corazón no tiembla
el cerebro sin lámparas
se puebla de infinitas defunciones ambiguas.
La vida no
ni el odio
ni el amor
ni las gentes
sólo mi sola sombra
las rosas putrefactas
los puñales del viento
las tricomonas ávidas el tiempo aborrecible la nada
desangrándose
y todo tan completo
tan humano
tan simple
como la luz el pus y las carcomas.
(De Triángulo)
UN BALANCE DE COSAS ADORABLES
La Poesía -su vuelo, sus raíces-
el universo del Amor que crea.
La democracia. Dios. La madre. Un niño.
El mar indetenible y desterrado.
Tus ojos pardos, tus dorados brazos,
el fulgor de tu estatua,
mi desvestido corazón amándolos.
César Vallejo -el hondo, el desolado-
sangrándome, sangrándome, sangrándome.
Infinidad de cosas que adoro -que adorables
mido en silencio- como
leer un libro puro -puro de fiel belleza-,
oír en mis pestañas el leve son del viento,
ver caer lentamente la lluvia recordando
tiempos idos -perdidos- vividos en la sangre,
escribirte una carta profundamente tierna,
fumar un cigarrillo, suspirar añorándote.
Cosas, seres, ensueños adorables que adoro
como las nueve letras de mi puerto cálido,
Dostoiewski, Oscar Wilde, Peter Tchaikowsky, Whitman,
Mozart, Rodin, Beethoven, Goya,
la libertad, la libertad, la libertad sagrada,
el espíritu, las cumbres, las mesetas
de mi Ecuador febril y sus milagros,
Medardo Angel Silva y su lira de estrellas
soñando aún fulgores, hasta siempre cantando,
los poemas de Emily Dickinson, Delmira,
Miguel Angel Osorio -azul Porfírio oceánico-,
el tiempo rosacruz, Charlot, Sophia Loren,
las flores, Baudelaire, Rimbaud, Sapho,
el evangelio de San Juan, el puñal de Alfonsina
y la lumbre de Fausto entre las sienes.
Seres puros, rebeldes, desnudamente humanos:
Simón Bolívar liberando pueblos,
Don Alonso Quijano en la quimera,
Jesús -el alma de la Luz- reinando,
posiblemente yo si tú me amaras.
(De La estatua lumiuosa)
VISIÓN DEL SUBURBIO
Las piedras enlunadas y grises del Suburbio
son hermosas con una hermosura de pena.
Pero allí no hay glamur. Ni bulevares sucios.
Ni calles pretensiosas de conocer sus nombres.
Hay vías proletarias por donde va, sonámbula
y perenne, la vida…
Ayer vi el corazón de las grutas desiertas.
Vi ropas que no cubren ni la sombra de un sexo,
colgando de zapatos y de cordeles negros;
la faz acanelada de un muchacho desnudo
durmiendo bajo el lauro de nieve de su pecho.
(Nuevo Adán suburbano masticando en la luna
pan de arena y de nada).
Vi casuchas enfermas como el amor más alto,
y ventanas inútiles como sangre en los muertos;
mujeres y hombres viejos graduados en la ciencia
de ironizar lo ajeno:
la flor del trigo verde,
el agua pensativa,
el agua hecha de oxígeno e hidrógeno
y la hecha del recuerdo…
Y, de repente, un grito galvanizó mi éxtasis:
un ebrio vomitaba un ¡Viva! al Presidente…
Pero las piedras, suburbanamente,
se rieron de pena.
Y el aire se reía más que ellas.
(De Piezas líricas)
LA UNIVERSAL ESCORIA
«Soy la mierda» repiten
la voz y el eco de la voz
del orbe que dilata su pestilente gloria.
Aquí también la hez de mis relojes:
la fecal depresión de una fe que se extingue,
de un amor que no cabe en mi abandono.
Compréndeme, oh Tú,
conservador de ese antro que es el mundo
dónde sólo el dinero siembra y siega.
Asume este cansancio que navega en mis venas
con un final desprecio tan puro como el llanto.
Nada quiero saber de cuanto amaba,
de quien logró mi fe como «amigo» o emblema
por quien alcé mi lucha como un titán cegado.
Toma en cambio esta luz abrasadora:
mi sola fe en la mierda de tus días,
¡mi demonio orgulloso de sentir que Estoy Sola!
(De Tan solo 13)
VALIUM 10
Con una Valium 10 puedes cambiarte
lo negro en blanco v lo real en mito,
y pisarte el pretérito infinito
sin un paso que deba torturarte.
Con una Valium 10 tu ser podría
ilusionar al ángel de la angustia
y convertir esa sonrisa mustia
en cascabel de pánica alegría.
Con una Valium 10, tan sólo una…
Y lanzarte en cohete hacia la luna
tras una noche insomne como ésta.
¡Ah, pequeña pastilla milagrosa
que levantas mis nervios de su fosa
con un responso de dopada fiesta!
(De Tan solo 13)
DISLATE CON PASTILLAS
Pertranquil
Esencial
Pankreoflat
Flaminón
Peridez
Baralgina
Tioctán
Persantín
Buscopax
Irgapirina
mosaico adocenado
del templo drogadicto
que oficia diariamente
en mis entrañas
(todo para que el hígado
el insomnio los nervios
el músculo cardíaco
los dedos que hormiguean
retrasen los relojes
que marcan sin remedio
el infallable paso vencedor de la muerte).
ESCARAS
Porque ya eres lo único que gravita en mis días
sangro por tu dolor hora tras hora.
Yo que sufrí desmedro cuando un niño moría
o una flor era rota de su tallo
que padecí en Viet-Nam y en Hiroshima
que acrecenté el despojo de todo cuanto amara
así enferma o insomne tantas veces
bregando con fantasmas interiores
poblando de sonatas y versículos
mi lenta soledad irremediable
cómo no desangrarme piel adentro
con tu llagada imagen que te asemeja a Cristo
mujer inmácula
madre de mis años
cuyos labios resecos
a veces le sonríen a mis lágrimas.
PAISAJE
Afuera,
un carnicero espía de rodillas
la mueca azul del diablo.
El vientre es un tranvía de puñales.
La calle: un sombrío y anarquista
puente de lágrimas.
Adentro,
la tos ferina.
Y yo que clamo.
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ESCRITORES INVITADOS A POETICA DE LA MUERTE POR CONARTE, MEXICO-MONTERREY, 2010 febrero 22, 2011
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Cola de Gallo, Poemas de Álvaro Ruiz, Chile febrero 22, 2011
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Cola de Gallo Poemas
Álvaro Ruiz
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Poema de la gruta
Heme aquí en la gélida gruta
donde el sol es la puerta
que alumbra los primeros escalones
que descienden a este suelo de piedra
donde el primer hombre bendice al último
en la oscuridad que antecede a la luz.
Me alimento de filtraciones y musgos incoloros
y recorro el universo palpando los muros
que llevan a otras situaciones primeras
como el de la mujer deseando subir
los peldaños que llevan al horizonte
curvo de la vida y la recolección.
Yo he querido guarecerme abajo
grabando las primeras escenas del hombre
sobre las rocas de este altar
con tintes de sangre y sacrificios violentos
de hombres que alzaron el vaho
hacia el cielo de una noche sin astros.
De una noche en los oscuros bosques
donde los troncos del alma suben al cielo
mucho antes de que Prometeo nos diese el fuego
que iluminó los rostros y alejó las sombras
de nuestra auténtica superstición que era
un dios oculto y vengador.
Encendí antorchas en cada cueva
y en la original enfermedad de seguir a la mujer
subí a la pradera y depredé a mi alrededor
de todos los metales fabriqué distintos cuchillos
los que utilicé en el degüello de animales
con cuyas pieles me cubrí.
Todo lo restante lo dice el entierro del pasado
voces de otros hombres que vieron el sol
que sumaron, adoraron y murieron
largándose en una barca aritméticamente abstracta
hacia el centro de la memoria
en un régimen axiomático gobernado por las dudas.
Que por antonomasia son exactas
Ya que la regla elude la confirmación
Y el universo que es trastorno continuo
Alumbra indistintamente los dos hemisferios
En la idea de una deducción a la velocidad de la luz
Ausente en los prados inmediatos del color.
Nunca más seremos los mismos.
Al pintor Bruno Tardito
Nunca más seremos los mismos
Que ayer bostezaban bajo los árboles de la vía dolorosa
Boquiabiertos ante el sol que se marchaba a alumbrar el
Oriente de los sueños dorados
Los golpes crueles del destino
Bajo la sombra de un ombú
En el bosque de los encantos
Encantos como el de la flor de lis deshojada por los silfos
O la luz arriba atravesando el follaje oro verde
De las copas vacías de bacanales fiestas y alegrías
Con una carga de delirio original
En el revertido bosque de los espantos
En una tela que es una ventana abierta
A los hechos simbólicos de estar vivos
Con ojos que se abren y se vuelven paisajes
De la tierra que secretamente nos vio nacer
Allá en las antípodas del buen año 1953.
Paul Celan
La leche negra, las calles, el río
En la dolorosa y trastornada ciudad de las luces
De ciegos golpeando contra el suelo
Metálicos bastones de grasa fría
París fue la ribera alcanzada desde la inconsolable orilla del este
Miseria, y vitrinas abarrotadas de porquerías
El aire silba y penetra a los pulmones
Mientras el ojo abierto de los días duerme
Muy cerca de la negra cabellera.
No fuimos capaces de incendiar la casa
A Jorge Teillier
No fuimos capaces de incendiar la casa
Reducirla a cenizas
E irnos a los bosques
Sin miedo
Tarareando viejas canciones irlandesas
Como aquella del marinero borracho
Shanties extraídos de viejos cancioneros celtas
Por los caminos polvorientos del estío
Por alamedas que llevaban a la plaza del pueblo
Donde las muchachas pretendían tu corazón de alondra
Ahora cubierto por un frío bolsillo depositario
De estampas y angelicales medallas protectoras
En un bar en el centro de Santiago
Con la misma canción aquella en el oído
¡Qué vamos a hacer con el marinero borracho!
Cruzando los brazos sobre la mesa de un otoño en la ventana
Con toda la oblicuidad de la luz en el rostro.
Canción del marinero borracho
Hacia la izquierda salió el sol entonces:
Del mismo mar surgía.
Y brilló con luz viva y luego, hacia la diestra,
En el mar volvió a hundirse.
Coleridge
De la vieja chabola irlandesa ¡Qué vamos a hacer con el marinero borracho!
Este es el último barco en cruzar la quieta bahía
Sin niebla
Cuando la cárdena luz que alumbra la cordillera
Se marcha más allá del horizonte
En un barco a vapor sin lista de tripulación
Con el marinero capitán de pie sobre la cubierta
Comprobando a simple oteo si aún existen las sirenas que vio Ulises
¡Nada, nada! sólo las olas esmeraldas mi capitán
Grita el más sobrio de los marineros
Que tenía los ojos propios
De un náufrago a la deriva
Aferrado a un mástil lleno de sal
Y algas que comían con los peces pescados
Que atravesaban con el arpón del hambre
Y del mar inmenso e ingobernable.
¡Qué vamos a hacer con el marinero borracho!
Cantaba la tripulación entre sorbos de destilado
Resueltos, con la proa enfrentando las olas del west
Sobre las aguas donde las corrientes se unen y salta la albacora
Frente a Chile, mar adentro, en el Pacífico sur,
Albacoras espadas en ristre frente al arpón
Que de roja sangre tiñen el agua y la embarcación
Desechando ellos, los marineros, la espada que queda
Con el sello de la quiebra y la mala fortuna
En una lucha de códigos de navegación
Que en la sangre de sus venas corre con soñada muerte de alcohol
Regresando a puerto inquietos y salvajes de otra sed
Con mujeres hermoseadas que esperan y mienten
Apenas ellos los marineros regresan a la mar
Tal cual en otros puertos otros ojos
Ven al mundo por primera vez.
¡Qué vamos a hacer con el marinero borracho!
Que otra vez zarpa sin autorización
De la Gobernación Marítima de este Estado hacia la línea
Distante ocho kilómetros del ojo al horizonte
Donde los hijos de la puesta de sol mueren de amor
Y crecidos ya cuales arbustos salinos
Bajo el sol espléndido y oblicuo de su luz al atardecer
Miran hacia las cavernas de los zorros
En las praderas ocres a espaldas del mar
Y juran a la eternidad de las olas
Un amor como el de Dafnis y Cloe
Pastoreando sus voluntades de hierba nueva
Lejos de la rompiente y de los muelles del puerto
Como sueña el vigía de esta nave que atraviesa
El golfo de sus propias penas marinas
Siempre pensando en la bebida y en la tempestuosa furia de las aguas
En su inolvidable travesía por el convulso Estrecho de Magallanes.
¡Qué vamos a hacer con el marinero borracho!
¡Los Andes, Los Andes! gritan los desembarcados mientras recogen
A orillas de la gran madre oceánica
Moluscos desde antes depositados por la marea
En los cerros fósiles que fueron una vez bajo el mar
Metros arriba del nivel que hoy ocupa
Donde bebíamos todo el día y moríamos
Con el plexo hacia el sol
Heredando a las descendencias todo aquello
Que insiste en quimeras, navegaciones y mares que no existen
La leyenda, mientras respiro en un puerto subtropical
Donde los que llegan ya se van
Hacia los cerros de la infamia
Para desde lo alto observar los barcos y oír la voz que dice
¡Qué vamos a hacer con el marinero borracho!
Aquel que cantaba canciones irlandesas
Sin movernos de nuestras mesas en el mar.
¡Qué haremos con él!
Ahora en su barca cruzando Gibraltar
Recordando que la tierra fue plana
Que las aguas no caen al Hades
Vociferando ¡no teman caballeros andantes!
Que todo es más justo allá
Con una mirada curva puesta en el norte del Brasil
Donde el sol diviniza a la selva
Y el hombre se rige con la sabiduría cosmogónica
Del bien morir, como estrellas que se apagan
Plenas de vida y luz hacia el interior
Alumbrando la memoria de quien navegó
Y circunnavegó las bucaneras islas de la caña y el ron
Con la voluntad y valentía propia
De este hombre de mar en sus últimos instantes
Que en silencio murmura aquella vieja canción que dice
¡Qué vamos a hacer con el marinero borracho!
¡Qué haremos con él!
Anciano delirante que oteas el horizonte
Desde las rocas lisas frente al mar
Todo es mentira o imaginación
Viejo, solo, pobre y enfermo
Con una rama de cochayuyo en sus manos temblorosas
Preparando el espinel inmediato de los días
Triste, solitario y final
Elevando plegarias de susurros a alguien que no vemos
Y que de muy cerca habláis en medio de la niebla
De la vaguada costera lejos del sol
Que sintetiza el fenómeno neurológico
De ser una pestaña en el ojo del horizonte
Que trae barcos y especias de otros continentes
Con la nostalgia y el recuerdo nítido
De un amor en las sombras del corazón
Una línea negra que lo parte en dos.
¡Qué vamos a hacer con el marinero borracho!
Aquel trastornado que se fue con un pañuelo blanco en el alma
Hacia un cielo que sí existe
En el agnosticismo de la voluntad
Un lugar señalado y varias veces antes señalado
En la historia simple de los hechos
La luz del relámpago o de la luciérnaga
Contra la evidencia de ser
Un petroglifo en la memoria original
Que recuerda elementos que existieron
Y que volverán a existir mediante el ojo y el buen corazón.